La odisea de estar recibido y esperar en las gradas mientras nos llega el momento.
En casa crecimos sabiendo que el periodismo sin vocación no sirve. Que las cosas (tarde o temprano) se aprenden con práctica, pero que sin convicción y dedicación, no son nada. Luego, cuando empecé los estudios, el panorama se puso peor: “Periodista se es las 24 horas”, repetía el profesor. Todo el curso asentía, nadie entendía muy bien de qué hablaba y la mayoría lo consideró una exageración. De más está decir que nos llevó poco tiempo darnos cuenta que venía en serio. Te levantás y prendes el noticiero, encontrás un diario y lo ojeas, sin darte cuenta. El camino es parecido para muchos de lo que estábamos ese día en clase. Entramos, estudiamos, nos esperanzamos, salimos y el castillo tambalea. Son distintos los motivos de una crisis que muchos de los menores de 25 como yo padecemos, aunque hay uno con el que todos nos enfrentamos por igual (incluso alcanza todas las profesiones) y es angustiante. No estoy hablando más que de la dificultad de ejercer y tener una remuneración “mínima, vital y móvil” ejerciendo lo que siempre quisimos ser. Todos tenemos proyectos concretables, sin embargo, ¿cuántos de esos nos van a pagar el alquiler de un mono ambiente (al menos)? Es en esta situación en la que los menos afortunados, convertimos el periodismo en el segundo empleo, en el “hobby”, porque cada vez somos más y hay menos lugares. En Córdoba sobran los proyectos editoriales o los programas radiales (por Internet o en efe emes) de gente que no supera los 30, que se mantiene como puede o con ayuda de la familia. Se las rebusca para sostener una idea, un producto, una posibilidad de darse a conocer (además). Muchos de esos mueren en el intento. Independientemente de las particularidades de cada situación, en el fondo hay algo a lo que las nuevas generaciones nos enfrentamos: la falta de espacio. Se torna paradójico que lo que te enseñan desde un principio como aquello que estará en tu vida las 24 horas del día, termine siendo lo que hacemos en ratos libres, “como para darnos el gusto”. Hay realidades y realidades, sólo que no se puede negar que para muchos, el periodismo es lo que se hace en el tiempo de ocio, cuando salís del empleo que te da de comer. Pregunto de nuevo, ¿Qué nos queda? ¿Cultivar un periodismo de aficionados? Sin duda es desolador ver y sentirse dentro de este panorama. Sin embargo, es un desafío. Alguna enseñanza tiene que dejarnos el presenciar lo importante que la profesión es para los que nos la imparten. Nadie se imagina un mundo sin periodistas, nadie lo quiere. Simplemente, no nos queda otra que seguir adelante, afrontar lo que nos toca vivir, y esperar que la mirada también se dirija hacia aquellos que hacen las cosas a pulmón y que pueden traer aires nuevos. Lo valorable es que si aún no pudiendo subsistir trabajando de lo que nos preparamos, hacemos lo que sea por sostenerlo, entonces no todo está perdido. No hacemos más que comprobar que sin convicción y dedicación, no somos nada.
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'REVISTA SEGUIMOS. Publicación del Centro de Jubilados y Pensionados de Prensa de Córdoba. Marzo 2009, nº11
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