sábado, 27 de septiembre de 2008

Mareo

"Si te encuentro a solas
vuelvo a creer en Dios".























miércoles, 24 de septiembre de 2008

Vomito y vengo

¡Claro!
Yo tengo que ser igual de triste que vos porque no te animaste nunca a hacer nada.
¡Claro!
Yo tengo que pensar como vos y actuar consecuentemente para no generarte planteos ni poner en peligro tu sistema de referencia.

Y supongo que si se me ocurre escribir alguna poesía de mierda como las que garabateas, tendría que usar taaantas descripciones y figuras rebuscadas que terminaría hablando de "la aceituna verde/ en la mesa rococó/ de la abuela pacha / " como si estuviera creando una nueva escuela literaria.
¡Ay!
Somos nadie.

Mitad de semana

Si tuviera que llenar este espacio con todas las cosas que pensé durante las 20 horas que llevo despierta,
tendría que emigrar al monte, lejos de algunos conocidos (y no tanto, por suerte).

domingo, 21 de septiembre de 2008

Uh

Se me habían ocurrido muchas frases para escribir.
pero como no las anoté inmediatamente, las perdí.
Siempre lo mismo.
Siempre se me escapa.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Y soy la flaca triste

Y sí. Ya sé desde hace muchos años que la felicidad plena no existe.
No me molesta.

El punto es cuando ya me duelen los huesos de carencia, cuando tengo que encerrarme en mi casa para preservarme. Cuando ya sé que fisicamente no voy a soportarlo.
Ese, ese es el límite de la manifestación de mi silenciosa tristeza que hace un tiempo me acompaña.
Como cuando mi nuevo messenger me avisa los cambios de estado, como cuando leo cosas viejas y me doy cuenta que el tiempo pasó, que no pude abarcarlo, que voy a la nada, que voy a ser lo que desde los doce/trece años supe que sería.
Y punto.
La felicidad plena no existe.
Pero ya no me importa.

martes, 16 de septiembre de 2008

Sí, sí quiero salir a jugar

Por más que lo intente, nunca dejé de ser Soledad con los botines de fútbol 5 en el viaje de egresados de sexto grado.
Soy torpe, lo siento.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Me encanta llenar diarios íntimos

Desde que aprendí a escribir lleno cuadernos con anotaciones tan irrelevantes como mis declaraciones en este blog (y los anteriores). Año tras año. Y no me canso. Porque de algún modo tengo que vomitar lo que pienso para que deje de intoxicarme, o plasmarlo en papel para poder leerlo cuando quiero tirarme un poco más abajo de lo que estoy.

Y cuando ya no me alcanza con llenar cuadernos, los escaneo y los subo a mi blog. ¿Para qué? Para calmar los impulsos que me dan cada tanto. Eso me lleva a pensar en que lo mejor de tener internet en casa es que puedo saciar estos momentos de ansiedad que me dan cada tanto. Sobre todo en madrugadas como la de hoy.

Ahora sé lo que viene. El viento norte me trae sentimientos de ansiedad/desesperación que me quitan la respiración cada tanto. Que no sé muy bien de donde vienen ni que pasará después, ni que anuncian, pero me encanta retorcerme, inspirar fuerte en las tardes, caminar de la cocina al comedor cincuenta veces mientras espero que hierva la pava, irme caminando hasta la rotonda, sentarme en el ancla y fumarme un pucho mirando los autos que giran, escaparme los domingos a caminar por el centro, morirme en algunas esperas que se acentúan cuando se acercan las fiestas, y otras manías que improviso sobre la marcha.

Ja. De repente hoy me dieron ganas de volver a publicar. Entonces dejé el apunte en la mesa, vine a la pc, la prendí, hice todos los pasos que uno debe cumplir para crear su cuenta nueva y heme aquí. Podría haber empezado por contar por qué no uso mi blog anterior. Podría decirles que
IL cuore morto se cerró. ¿Por qué? Porque el pibe nunca se hizo cargo de la criatura. Asi que digamos que fue algo así como un aborto. Lo aborté porque no lo reconocieron. Es más, ya se los dije. Ahora lo saben y no me pregunten nada porque tendré que mentirles y no quiero.

Entonces ahora que llego a esta altura del texto, me doy cuenta de una cosa que no me duele saberla. A nadie le importa lo que tengo para decir. Pero no me importa. Porque a mi me encanta llenar diarios íntimos por el mero ejercicio de hacerlo, por perpetuarme, para liberarme.