
Mucho podría decir de la madrugada, pensando en lo importante que es en mi rutina. No lo voy a hacer. Pero sí que el tema de la vida nocturna surgió ayer, conversando vía comentarios de facebook con el siempre atento Eduardo De La Cruz. Entre palabra y palabra, me recomendó que leyera "Viaje al fin de la noche" de Cèline. De más está decir que para un casi noctámbulo un título como esos suena más que tentador. En la madrugada, por supuesto, googlé para encontrarlo (en vano, nunca terminó de leer los libros que descargo porque me desconcentro fácil) y el resultado fue negativo.
A la tarde siguiente tomé la iniciativa. Cargué la bienaventurada libreta de la FFYH a mi bolso y emprendí hacia Ciudad Universitaria. En el camino, nada nuevo. Prenderme un pucho frente a FAMAF cuando estoy lo suficientemente lejos de casa, cruzar las calles QUENUNCAPUDEAPRENDER y agarrar el caminito hasta la biblioteca de Filosofía y Humanidades antes del cierre. En el límite, como siempre.
Entré, cargué el título en la pc, anoté los datos, saqué número y fui al mostrador. La bibliotecaria no llevaba barbijo como me habían dicho, y pensé que con el tema de la ola polar ya nadie recuerda la gripe porcina. La señora fue y volvió rápido. La respuesta fue obvia cuando le vi las manos vacías:
- Está prestado, lo devuelven el cinco.
-'ffanculo- pensé.
Casi tan veloz como nunca, hurgué en el forro de mi libreta, donde acumulo papelitos con algunos libros que quiero leer y anoto por si acaso, saco uno, leo el título que había escrito hace unos meses y se lo entregó.
- Entonces éste- le digo mientras le doy los datos del de Ciorán que ilustra este texto berreta.
El libro estaba. Me lo llevo hasta el cinco. El mismo día que devuelven el que fui a buscar. No hay caso, siempre me toca esperar.